Interfaz de la Apple Lisa 1983

La interfaz de la Apple Lisa, de 1983

Miremos el PS/2. Trajo con sigo el diskette de 3″1/4 de doble cara, que persiste hasta nuestros días, la memoria de 72 pines, la pantalla VGA, el BIOS configurable por software y el MicroCanal, un bus de comunicaciones interno que se dio el lujo de equipar a Deep Blue, la computadora que le ganó a Gari Kasparov, el campeón mundial de ajedrez, en mayo de 1997. El PS/2 era un producto técnicamente ejemplar, y su legado tecnológico es tan grande como imponente su fracaso comercial. Le ganaron la partida propuestas como la arquitectura EISA o la tarjeta de video Hércules, así como algunas otras tecnologías que pese a su proliferación, siempre tuvieron el gusto retroamargo de la mediocridad.

Fijemos la atención ahora en LISA, ¡Parió la interfaz gráfica!. ¿Qué más se puede decir de una computadora que trajo al mundo las ventanas, el ratón y el escritorio? Se puede decir que fue un fracaso comercial rotundo, que no logró convencer a sus clientes y que por ello tuvo una cortísima vida: lanzada en 1979, murió en silencio y casi en el olvido en 1986, aplastada por el avance glamoroso de Macintosh.

Y así llegamos a Windows. Primero MacOS, después OS/2, ahora Linux. La lista de ventajas técnicas de todos y cada uno de ellos es extensísima frente a un sistema inestable, inseguro, propietario, las más de las veces ilógico e incomprensible, poco elegante en sus soluciones y por sobre todas las cosas técnicamente seguidista y copión. Pero la realidad pura y dura, la que manda dice que el noventa y ???? de las computadoras del mundo usan Windows. Y la cifra, mal que nos pese, parece casi casi inamovible, como grabada en granito.

Suficientemente bueno

Voy a arriesgar una hipótesis, a proponer un denominador común que en mayor o menor medida está en todos estos fracasos: Perseguir la pureza técnica atenta contra la idea de suficientemente bueno y esto es negativo a la hora de llegar al mercado con un producto de software.

Perseguir la pureza técnica atenta contra la idea de suficientemente bueno y esto es negativo a la hora de llegar al mercado con un producto de software.

Es sin duda una hipótesis arriesgada porque la calidad técnica tiene sus beneficios tanto funcionales como económicos, para quién desarrolla un producto y para quién lo usa. Por eso figura la palabra «pureza» y no «calidad». También porque luchar por alcanzar la perfección es una virtud deseable en las organizaciones. Pelear por cada detalle, ser intolerante con lo que sabemos que no está bien, o que puede estar mejor. Planificar, ejecutar y analizar lo hecho para volver a comenzar una y otra vez, puliendo, limando, perfeccionando es una de las claves para una organización sustentable y exitosa.

Pero también es una hipótesis realista. Porque el mercado, la justicia incontrastable del mercado se aburre de ponérnoslo delante de nuestras narices y solo la obstinación religiosa nos impide verlo.

El mercado masivo elige productos excelentes en algunos aspectos y suficientemente buenos en el resto. Y por sobre todas las cosas ignora algunos preciosismos técnicos destinados al nichos de los apologistas. Tal vez sea esto lo que más nos duele y nos es más difícil de tragar. Porque la mayoría de los que estamos en el negocio de la informática somos apologistas fanáticos, y nuestra generosidad nos dice que lo que es bueno para nosotros debe ser bueno para los demás.

El mercado masivo elige productos excelentes en algunos aspectos y suficientemente buenos en el resto. Y por sobre todas las cosas ignora algunos preciosismos técnicos destinados al nichos de los apologistas.

Un programador le comenta a otro:

   –  La moneda soporta decimales

y el otro ametralla sin mediar respiro:

   – ¿La cantidad de dígitos es configurable?

El sentimiento de culpa del primero es inconmensurable, infinito. ¿Cómo se puede cometer un error semejante? Fijar en dos la cantidad de decimales y programar un sistema en el que la moneda o tiene o no tiene decimales es casi una herejía, bah, es una HEREJÍA a secas. Sin embargo el mercado no hizo aún su pregunta, una sola pregunta: ¿en qué país del mundo se usan más de 2 decimales? Corolario. Si hay un país en así en el mundo: ¿existe la más remota posibilidad de vender el software a ese país?

La diferencia en el nivel de complejidad de una opción frente a la otra es palpable, sensible. Problemas en el diseño de la base de datos, en la definición de las variables, en la utilización de las mascaras de presentación y captura de datos, sin hablar del incremento en la complejidad del testing. Pero la culpa, nuestra culpa, como buenos fieles de la cofradía de devotos del byte no es menos palpable, y si pudiéramos pediríamos unos días más para hacerlo configurable, como debe ser. ¿Y si pedimos tiempo para modificar otra cosa, y mechamos unas horitas para hacer la cantidad de decimales configurable? Total …

Tal vez debamos comenzar a traducir «mejor» como «más equilibrado» y abandonar la costumbre de traducirlo como «más sofisticado».

Tal vez la verdad sea que no existe una pureza tecnológica absoluta. Tal vez tengamos que conformarnos con el hecho de que la sofisticación y complejidad debe ser proporcional y relativa al fin y uso del producto que la implementa y no al revés. Tal vez debamos comenzar a traducir «mejor» como «más equilibrado» y abandonar la costumbre de traducirlo como «más sofisticado».