Ilustración de diseño

Una entre infinitas posibles soluciones

Imaginemos que como jurados tenemos que proponer las bases para un concurso de diseño. En este caso podríamos pensar en cualquier tipo de diseño: arquitectónico, industrial, informático, gráfico o cualquier otro. Nuestro objetivo sería definir qué queremos recibir abriendo el abanico a la mayor cantidad de opciones válidas. Estableceríamos pautas para poder comparar los trabajos que recibimos y liberaríamos el resto, para dar cabida a la creatividad y libre albedrío de los participantes.

Ahora imaginemos que nos proponemos la tarea de establecer unas bases tales que garanticen que todos los trabajos que se presenten sean idénticos. El concurso pierde sentido, pero la propuesta tiene una enorme significación, ya precisamente para garantizar que todos los trabajos sean idénticos, las bases deberían transformarse en un diseño completo y acabado. Eso es diseñar, sacarle la gracia al concurso.

Y para sacarle la gracia al concurso, las bases deberán eliminar toda ambigüedad sobre lo esperado, deberán prever todos los recovecos, tomar todas las decisiones, eliminando el espacio para la creatividad. Efectivamente: una vez que el diseño está pronto, el espacio creativo respecto a esta etapa debe estar definitivamente terminado y ahora vendrá la etapa constructiva, que tendrá sus propias reglas, sus propios requerimientos y su propia creatividad. Si en la creación de una aplicación o sitio Web cuando llegamos a la etapa constructiva aún quedan dudas con respecto al diseño, aún hay ambigüedades con respecto a qué hacer, aún hay espacio para la creatividad y libre albedrío en lo que a interacción, funcionalidad o interfaces respecta, entonces aún no tenemos un diseño de calidad.

Una vez que el diseño está pronto, el espacio creativo respecto a esta etapa debe estar definitivamente terminado.

Diseñar es elegir

Podemos entonces decir, sin aspirar a dar una definición académica, que diseñar es elegir cuál es la solución que construiremos entre las infinitas soluciones válidas para un problema. Cuando un cliente nos plantea un problema y nos pide un diseño, nos plantea el desafío de decidir cuál es la mejor de todas las construcciones posibles para intentar dar solución a ese problema.

La metodología de diseño debe ir seleccionando entre todas las posibilidades, entre todos los matices, entre todas las tonalidades, cuál es la que a nuestro entender se adapta mejor a los requisitos y restricciones, hasta quedarse con una única solución.

Es muy probable que no tengamos herramientas definitivas para saber a priori que nuestro diseño es efectivamente la mejor solución, pero sí podemos saber a priori que si no se trata de una única y unívoca propuesta, no se trata de un buen diseño.

Elegir es renunciar

Como dice el viejo adagio, elegir es renunciar. Elegir es muchas veces un proceso doloroso, porque a la vez que nos quedamos con uno, perdemos miles. Con la incertidumbre de saber si nuestra decisión es la mejor, con la convicción de que tal vez jamás sabremos si eso a lo que renunciamos no hubiera sido el verdadero acierto.

Elegir es muchas veces un proceso doloroso, porque a la vez que nos quedamos con uno, perdemos miles.

Pero diseñar es lo mismo que elegir un plato ante la carta de un restorán. Elijo uno y renuncio al resto. Puedo mezclar dos y tendré uno nuevo y distinto, pero ya no tendré a ninguno de los dos en su estado original, habré renunciado a ellos.

Si va a diseñar, ármese de la valentía necesaria para tomar las decisiones que su convicción, conocimientos, experiencia y olfato le indiquen.

Contra el buen diseño conspira la tentación de tenerlo todo, de esquivar el trabajo y el dolor de renunciar. Pero en tras ese empeño de tenerlo todo, se oculta en realidad la falta de valor para tomar las decisiones necesarias en el momento adecuado, condenando al proyecto a la indefinición e incertidumbre y aumentando de forma innecesaria la chance del fracaso. Si va a diseñar, ármese de la valentía necesaria para tomar las decisiones que su convicción, conocimientos, experiencia y olfato le indiquen. Y que la fuerza lo acompañe.