Principio del sXXI.

Se pinchó el globo de Internet. Como consecuencia o como causa de la recesión económica de EEUU, el furor de las dot.coms y los IPOs millonarios ha terminado.

Creemos que es una buena noticia. No para los que soñaban con hacerse millonarios de la noche la mañana y aún no lo habían logrado. Pero para el común de la gente sí. Terminó la época de los aventureros y sólo quedarán los serios. La teoría de la evolución de Darwin aplicada a las empresas.

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Desde hace unos meses, las señales de alarma sobre la evolución de la economía de EEUU dominó el escenario de la caótica elección presidencial y su correspondiente campaña electoral. El tan mentado período de crecimiento económico de mayor duración, coincidente con el doble período de gobierno Clinton, ha llegado a su fin.

Finalizada la telenovela de las elecciones de la Florida, el siglo y el milenio, el mundo empresarial ahora se enfrenta a la realidad de una economía estadounidense «enfriándose». Antes que el período de auge terminara, surgieron análisis acerca de cuáles eran los motores del espectacular crecimiento económico estadounidense, que fue sucesivamente impermeable a las crisis de México, sudeste asiático (donde hasta el propio Japón, otrora ejemplo de los economistas, aún sufre), Rusia; y los problemas de Europa para adaptarse a la moneda común y a la brusca apertura al comercio de los países del exbloque comunista.

Ninguno de esos elementos fue capaz de frenar, ni tan siquiera enlentecer al tren económico yanqui.

La industria de alta tecnología era uno de los motores de dicho tren. Las empresas líderes de equipamiento (hardware), software, telecomunicaciones, casi todas tienen su casa matriz en Estados Unidos. A los tradicionales polos de Nueva York o Chicago, se agregaron enormes polos tecnológicos, como el publicitado Silicon Valley, o alguno menos conocido como RTC en Carolina del Norte.

Como lógica consecuencia, los mayores usuarios, la enorme mayoría de los servidores de Internet, y el grueso del comercio electrónico (B2B y B2C) han sido un fenómeno estadounidense.

Ahora, en marzo de 2001, las acciones se desploman, el PBI de EEUU se estanca, las compañías cuyas cotizaciónes en Wall Street o NASDAQ subían a velocidades similares, amenazan aterrizar como el último vuelo del Challenger. Algunos grandes fabricantes tiemblan en sus pronósticos de ventas, y se apresuran a realizar recortes en su personal.

Es claro que esto no es una buena noticia. No para los poseedores de las acciones que se transforman de la noche a la mañana en papel sin valor,  o para los empleados que van a la calle.

Sin embargo, creemos que todas la monedas tienen dos caras. Internet sufrió en los últimos años de un exceso de propaganda. «Sufrió» porque ese exceso de propaganda, muchas veces inexacta, llevó, por un lado, a atraer aventureros del mundo empresarial como moscas al dulce. En una época que sobraba dinero por el auge económico, era relativamente fácil encontrar capital de riesgo para financiar locuras empresariales. Así, empresas sin planes definidos, sin estrategias claras, recibían enormes flujos de dinero, dando así lugar a comportamientos espectaculares en la bolsa. Espectaculares hace dos años por el ascenso de su cotización. Hoy son noticia por lo espectacular de su caída en la bolsa.

Ahora ese juego parece terminarse, y queda lugar sólo para los empresarios serios. Para quien tiene un buen plan estratégico, Y una buena emplementación del mismo. Como siempre. «Business as usual».

El exceso de propaganda afecta a Internet y los negocios electrónicos de otra forma negativa. Y esta es la de la publicidad de los casos negativos.

Cuando se comete un delito en Internet, es noticia en los diarios de todo el mundo.

En verdad, hay –genéricamente- dos tipos de delitos en Internet:

  • aquéllos que se hacen contra sitios/usuarios desprevenidos y desprotegidos
  • aquéllos que se hacen con un uso de conocimientos o recursos excepcionales.

Asimilamos a los primeros a dejar la casa o el auto sin llave, sin alarma, sin reja, sin protección. La tecnología para tener niveles de protección equivalente a los citados, pero en Internet, existe y está disponible. Quien no la usa es desprevenido. No nos preocupa eso desde el plano teórico.

El segundo caso es más complejo. Pero mucho menos común. Y siempre es noticia. Este caso lo asimilamos a los accidentes de aviones. Un avión de pasajeros de aerolíneas regulares es el medio de transporte más seguro del mundo. Y si no lo cree, pregúntele a un corredor de seguros de vida. O pregúntese: ¿por qué cuando cae un avión es noticia en todo el mundo  y otros accidentes son sólo noticia local (a veces ni siquiera eso)?

Mucha gente teme a viajar en avión, pero no a viajar en auto por  Montevideo. Es mucho más peligroso lo segundo. De hecho, mueren y quedan baldados cientos de uruguayos cada año en las calles de nuestra ciudad. Casi ninguno en viajes aéreos.

Similarmente, mucha gente hoy teme a comprar en Internet. Pero no teme darle su tarjeta de crédito a un mesero o empleado de una gasolinera para que lleve esa tarjeta fuera de la vista de su dueño por algunos minutos. Tiempo suficiente para copiar el número, o hacer varias boletas.

Y para esto, creemos, otra vez, que la selección «natural» de empresas en Internet llevará a que sólo queden los serios, los que protegen su información y la de sus clientes, los que respetan la privacidad, los que usan los elementos correctos de protección, los que educan lo necesario a sus clientes en el uso del nuevo medio cibernético.

Existe una ética en Internet y ese es uno de los elementos positivos que la red tiene. El respeto a la privacidad, a la libertad en sentido amplio.

Ese es uno de sus pilares y, creemos, uno de los que asegura el éxito final de la revolución que Internet representa. Los elementos negativos comienzan a depurarse. ¡Al fin!