La respuesta más rápida y sencilla a este mito son los datos estadísticos. Es mucho más probable ser rapiñado si uno camina por las calles de una gran ciudad a que le sea robado el número de su tarjeta de crédito por usarla mal en Internet.
La respuesta más rápida y sencilla a este mito son los datos estadísticos.
Otra forma puede ser profundizar un poco sobre las posibilidades de usar Internet con seguridad. No desde un punto de vista técnico, sino comercial. El usuario debe verificar que su browser y el sitio en el que va a comprar dialogan usando protocolos seguros, encriptados.
Esto es usualmente marcado por un pequeño candado cerrado en algún lugar de la pantalla del browser. Y si el candado no se cierra, ahí si, no compre nada y váyase corriendo de ese sitio. ((del otro lado, si quien lee esto piensa vender a través de Internet, vea que consideramos imprescindible que el sitio use protocolos de encriptación …. u olvídese de vender)).
Encriptación, no es la única medida de seguridad. Yendo más allá, tenemos los certificados digitales, que dan a quien compra plena seguridad acerca de a quién le compra; y a quien vende, le da seguridad acerca de quien es su cliente.
Veamos con esto, algunos elementos que son claves:
- Confianza. Siempre en alguien confiamos. En la policía, en nuestros empleados, en la empresa que nos colocó el sistema de alarmas …. en alguien confiamos. En Internet, tenemos que confiar en la empresa que otorga los certificados digitales. Y eso es una opción que tomamos o no. Como adultos que tomamos decisiones. Al igual que en el mundo no-Web, confiamos en alguien porque su marca es reconocida, porque un amigo lo recomendó, por una experiencia previa exitosa, etc.
- Rigen las reglas de la economía tradicional. Una marca fuerte da confianza al cliente potencial, y entonces posiblemente éste compre con más facilidad en el sitio de una marca fuerte. Por contrario, si nuestra marca es nueva, debemos buscar la forma de tranquilizar el cliente potencial, de forma que confíe en nosotros. Si el sitio no es claro, el procedimiento de compra no es claro, fácil, entonces el navegante en algún punto va a decir «no sigo adelante» y pulsará el fatídico botón «salir».
- Internet nos da nuevas chances. Mediante sistemas como el llamado de «afiliación», es relativamente sencillo asociar a nuestro sitio con algunas marcas fuertes, para vender productos relacionados, por ejemplo. De esa manera, nuestro sitio puede no ser muy conocido, nuestra marca puede ser nueva; pero nos «afiliamos» a marcas más conocidas y fuertes, que nos ayudan a construir la confianza del cliente.
La tecnología para implementar un sitio que sea perfectamente seguro existe. Volvamos al trillado ejemplo del restaurante o la estación de servicios para el auto. Cuando damos nuestra tarjeta de crédito al empleado para que vaya con ella fuera de nuestra vista a preparar el «voucher» de pago, corremos riesgo. Sabemos que los delitos que puedan cometerse están acotados y en todo caso pueden rastrearse. Lo mismo sucede en Internet, y además, podemos usar tarjetas con límite de gasto, de forma de acotar los riesgos.
Muchas veces que se crea un método nuevo de pago, o de hacer negocios, se crea un método de hacer fraudes. Nada nuevo en esto.
Lo que es nuevo es que el fenómeno de Internet es tan vertiginoso que las historias de los fraudes son noticia mundial. Hay dos aspectos, creemos, en esto. Uno es que todo lo referido a Internet es noticia. Otro es que –ciertamente- ha habido algunos casos de grandes fraudes, contra miles de tarjetas al mismo tiempo. O como el caso reciente del camarero neoyorquino que tomó la identidad en Internet de muchos presidentes de empresas. Como sabemos, lo atraparon.
La reconocida característica de «conservadores» de los uruguayos hoy nos hace entrar lentamente a comprar por Internet. Ciertamente, hubo alguna actitud desafortunada de los bancos y las tarjetas de crédito cuando hace poco más de dos años enviaron una carta a sus clientes diciendo que no se hacían responsables por los problemas de usar la tarjeta en Internet. Las mismas tarjetas que al mismo tiempo en otros países permitían a sus clientes el uso indiscriminado. En fin, eso ha cambiado.
Si alguien aprende a navegar a través de nuestro sitio, entonces hay mucha posibilidad que se convierta en cliente fiel de nuestro sitio.
Lo negativo de esto es que esas trabas al comercio por Internet lo que logran –lo único significativo que logran – es disminuir las ventajas comparativas que los uruguayos tenemos para el uso de Internet: gran cantidad de navegantes (la mayor de América Latina, en términos relativos), por ejemplo, mientras otros países de la región pasan de un estatus más atrasado al nuestro a uno más adelantado.
Y los uruguayos seguimos los versos de Manrique:
«contemplando, cómo se pasa la vida».
Y después nos quejamos, como señala Ekroth en La locura uruguaya.