Como muchos habitantes de este planeta, vi varias veces Titanic. En la segunda o tercera vez, tomé nota de una escena que en las veces anteriores para mí pasó inadvertida: la escena en la que el capitán del barco disipa el revuelo con tres tiros de su revolver al aire y parado en la borda decide quién sube a un bote salvavidas y quién no.
Tal vez puedan acusarme de cursi, pero para mí fue una revelación: la autoridad tomando la decisión de quién vive y quién muere. Impactante. Estremecedor. Y me ayudó a entender la idea de la soledad del poder. ¿Quién va a querer sumarse a semejante decisión?
Esto viene a cuento hoy por la frase “… sé que esta medida va a tener otros impactos, pero la salud está primero …”, repetida en estos días hasta el hartazgo. Es difícil encontrar una frase más popular y menos válida que ésta para justificar una medida. Es difícil encontrar una frase que deje más solos a quienes toman las verdaderas decisiones.
Pongamos por ejemplo el propio sistema de salud. Las medidas de aislamiento produjeron una reducción drástica de todas las actividades de salud que no son urgentes, y demoras significativas en muchas urgentes. Si asumimos que los exámenes, consultas y tratamientos no son un lujo suntuario, tenemos que asumir que suprimirlos tendrá consecuencias. Si se recorta drásticamente la atención, esa salud que todos coincidimos que está primero, se va a resentir. Quien toma la decisión, no está definiendo si la salud está primero, sino la salud de quién está primero. Como el capitán del Titanic, está decidiendo qué salud va a ser resentida, en función de cuál de las dos alternativas tendrá menos víctimas. Y lo mismo para cada decisión vinculada a la economía, la educación, la vida social y para cada uno de los “otros impactos”.
Ahora, para tomar este tipo de decisiones tan duras hay que contar con datos. Datos serios y confiables. Y lo que estamos viviendo a nivel global es una verdadera esquizofrenia de datos absolutamente inconsistentes unos con otros, que rompen los ojos, sobre los que se construyen gráficas, estadísticas y papers tan inciertos como inconsistentes eran los datos que los soportan. El mundo lo necesita. Nuestra responsabilidad es a nivel país: un muestreo aleatorio y semanal de la evolución del virus en la población. Contamos con todos los recursos. ¿Por qué no lo estamos haciendo?